El municipio de Cortegana, situado en el centro de la
sierra, pertenece al Parque Natural de la Sierra de Aracena y los Picos de Aroche, uno de
los espacios protegidos más importantes de la Comunidad y que ocupa
todo el norte de la provincia con sus dehesas y pequeñas elevaciones cubiertas,
predominantemente, de bosques de encinas, alcornoques, castaños y monte bajo,
por donde cursan numerosos arroyos, conformando un paisaje de extraordinaria
belleza y atractivo. A su término también pertenecen parte del Paraje Natural
de Las Peñas de Aroche y del Sierra Pelada y Ribera del Aserrador.
El casco urbano de Cortegana, de gran belleza en su
conjunto, reúne todas las características de la arquitectura popular de la zona
y en él destacan sobremanera el Castillo y su albacara, y la Iglesia del Divino
Salvador (ambos declarados Bien de Interés Cultural).
El origen de la población de Cortegana parece remontarse al
Neolítico, época en la que proceden numerosos utensilios de piedra encontrados
en el término, y en que ya se presentaban como demográficamente importante. En
el Calcolítico, hacia el 2500
a . C. se constata la presencia de numerosos poblados en
estas tierras: Corteganilla, con numerosos enterramientos en cistas; Alto de la Caba , en el extremo suroeste
del término; Cerro del Cojo, al que se superpondrá una fundición en el siglo
XVII, y Santa Bárbara, al Suroeste del núcleo principal; y Sierra de
Papatortas, al norte del municipio.
En época musulmana, Cortegana era cabecera de una de las
comarcas de Sevilla. Se rindió primero a San Fernando en 1248 y luego la orden
Hospitalaria de Portugal. Disputada por castellanos y portugueses durante el
llamado conflicto del Algarbe, quedó finalmente en manos de Castilla por el
tratado de Badajoz (1267). En 1253 el repartimiento de Alfonso X la adjudica al
alfoz o término de Sevilla y le otorga entonces el título de villa.
Durante la baja Edad Media, Cortegana basa su economía en la
vid y los aprovechamientos silbo pastoriles de sus dehesas y montes,
administrados comunalmente con Aroche, con el que aún no existía una división
municipal. Esto ocasionará algunos conflictos entre ambos núcleos por el uso
agroganadero de estas tierras, conflictos que se prolongarán en los siglos
subsiguientes. A semejanza de los municipios vecinos, el Cabildo de Cortegana
regulará estas actividades en 1532
a través de sus Ordenanzas de Montes, confirmadas por el
Concejo de Sevilla, que serán recopiladas y adaptadas por las de 1589. con
ellas se pretende la guarda y conservación de los recursos proporcionados por
dehesas, montes y heredades sobre todo de cara a impedir a los “vecinos de
fuera parte” el aprovechamiento de las tierras de la villa.
En el siglo XVII, los enfrentamientos con Portugal, que
acabarán con la independencia de este reino, obligan al continuo alojamiento de
tropas en Cortegana, cuyo castillo se situaba en la segunda línea defensiva
contra el país vecino.
En el siglo XVIII, los hombres ilustres de Cortegana
aparecen asociados a actividades en México. De carácter religioso o de caridad,
como Fray Alonso Giraldo de Terreros o don Pedro Romero de Terreros, que había
explotado en Cortegana las minas del Monte, convirtiéndose en uno de los
hombres más acaudalados de España; en comercio con ultramar, como don Juan
Vázquez de Terreros, que donó un importante legado de plata a la iglesia
parroquia; o en actividades mineras (concretamente en las minas mexicanas de
Pachuca) o de siderurgia y emisión de la moneda, como don Pedro Barbabosa y
Parreño, contador mayor del Virreinato de Nueva España.
A mediados del XIX se reavivó el pleito con Almonaster,
iniciado a finales del siglo XV, sobre terrenos administrados comunalmente: La Dehesa de Valdelamusa, que
pertenecía a Cortegana, Almonaster y El Cerro del Andévalo fue dividida entre
los tres en 1841. En 1898, tras diversos avatares jurisdiccionales en que
Almonaster reclamaba la totalidad de las tierras, un tercio de la Dehesa de Valdelamusa, la
población y la mina Confesionarios quedaron para Cortegana, y las tierras de la Contienda , que incluían
cinco aldeas, quedaron bajo la jurisdicción de Almonaster hasta la división de
ambos términos municipales en 1931. Reseña Madoz en la segunda mitad del XIX
importantes actividades industriales y artesanales, que empleaban numerosa mano
de obra y daban lugar a amplias relaciones comerciales con el exterior: corcho,
alfarería, cerrajería y fabricación de romanas –tres talleres-, 10 molinos
harineros y dos aceiteros y más de 100 telares de lino y lana. Además por este
tiempo empieza a intensificarse la actividad minera, destacando las
explotaciones de Valdelamusa, San Telmo y Confesionario.
A estas actividades se unen en el presente siglo las que hoy
son una importante base de su economía, las industrias cárnicas. Se mantienen
las de corcho de forma testimonial y un importante sector agropecuario,
mientras las explotaciones mineras se abandonan en los años 80 y principios de
los 90.
La industria del corcho ha tenido en la localidad de
Cortegana una trascendencia superior al resto. Se inició a finales del s. XVIII
con el asentamiento de industriales catalanes y portugueses y supuso una
verdadera revolución. A principios de siglo la industria llegó a tener 600
obreros, se crearon dos clases nuevas, la de los comerciantes y propietarios y
la de los obreros, con un estatus superior a la del tradicional campesinado,
con reflejo en la creación de sociedades y casinos. Hoy día el sector es una
sombra del pasado pues sobreviven en la localidad 6 empresas, a las que se une
la de la estación de Almonaster, cercana a Cortegana.
Antes se controlaba en el municipio gran parte del proceso
de producción, que daba lugar a oficios como caladores, rajadores,
descorchadores, empiladores, guardas de las pilas de corcho y arrieros, en el
campo y e la industria, especialistas como clasificadores, cortadores y
enfaldadores. La decadencia de la actividad ha hecho que la producción de
tapones de corcho, la que genera mayor valor añadido al exportarse a Cataluña,
Francia, Portugal e Italia, entre otros destinos, haya saltado del municipio a
otros de Huelva, Cádiz, Badajoz, Córdoba, Sevilla y Portugal, y se mantenga sólo
de forma permanente en una de las empresas, mientras el resto se han convertido
en meros almacenistas.
La presencia del agua es tal, que en el mismo núcleo urbano
encontramos numerosas fuentes y el origen de unos de los ríos más importante de
la provincia onubense, El Chanza.
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